Leo hoy en El País una noticia sobre la última maniobra de marketing de JJ Abrams, productor de Perdidos, consistente en hacer circular por distintas tiendas un disco de una banda ficticia que aparece en un capítulo de su serie Fringe, banda a la que el propio Abrams hizo referencia hace unos años en un artículo sobre discos con mensajes ocultos, "sembrando" anticipadamente el terreno para la publicidad que está poniendo en práctica ahora.
No es la primera vez que el propio Abrams realiza jugadas de este tipo, y tampoco es el primero que ha jugado a inventarse obras ficticias que parezcan reales. Autores como Borges, Rabelais, Umberto Eco o Lovecraft han hecho referencias en sus escritos a libros que sólo existían en su imaginación. Mención aparte merece Stanislaw Lem, que en Vacío perfecto reúne críticas literarias de obras inexistentes (bueno, casi: la primera es una crítica del propio Vacío perfecto). Y parece que volvió a repetir con Un valor imaginario, y digo parece porque no he podido leerla y esto, tratándose de Lem, hace que a veces dude de su mera existencia.
Me vienen a la memoria también un par de ejemplos en los que aún se da una vuelta de tuerca más, logrando que mixtificaciones de este tipo acaben volviéndose, de alguna manera, reales.
El primer caso sería el de el Necronomicón, bajo cuyo título (o sus variantes latinas) se han publicado diversos libros que, obviamente, nada tienen que ver con la célebre obra escrita con sangre por el árabe loco Abdul Alhazred (todo ello una invención de H.P. Lovecraft). Aún así, sospecho que más de uno que encontró el Necronomicón en su biblioteca se fue a casa convencido de que se llevaba una edición moderna del libro maldito.
El segundo ejemplo es el del falso documental (mockumentary en inglés) This is Spinal Tap, que nos mostraba el día a día de la inexistente banda Spinal Tap, parodia de diferentes clichés del hardrock y el heavy metal. Tal fue el éxito de la película (al menos a nivel de culto) que la gente pedía los supuestos discos del grupo en las tiendas, lo que dio pie a su creación real y las consiguientes giras y grabaciones (y a su aparición en Los Simpson, toda una confirmación de su estatus como icono pop).
En cualquier caso, no pierdo la esperanza de que algún día, cuando alguien me pregunte en la biblioteca por Un cor famolenc de Enric Balaguer o Les Robinsonades de Marcel Coscat, pueda decir: "Sí, lo tenemos".
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