La de bibliotecario, como casi cualquier otra profesión, tiene su propia jerga. Esto en sí mismo no es malo: la jerga bibliotecaria es producto de la experiencia, y por tanto una ayuda a la hora de trabajar ya que sintetiza conceptos o elimina ambigüedades; además favorece la cohesión entre bibliotecarios, reforzando la idea de pertenencia a un grupo profesional bien diferenciado e identificable.
El problema es que a nosotros, como a los médicos o a los mecánicos, se nos olvida a veces que nuestro usuario no tiene por qué conocerla. Por eso a veces acabas escuchando diálogos como éste (verídico):
Usuario.- Perdona, para buscar este libro ¿cómo lo hago?
Bibliotecario.- Sí, a la entrada tienes los OPACs. Sólo tienes que poner el campo que quieres buscar y te apuntas la signatura. Luego vas a la sala donde esté y buscas en los tejuelos de los libros el número de signatura.
Usuario.- Eh, bueno... he estado en la entrada, pero sólo he probado a buscar en los ordenadores, porque los "packs" no los he visto. Y la "asignatura" supongo que será Literatura, porque es una novela...
Obviamente, los tiempos van cambiando y los nuevos usuarios se familiarizan con el uso de las bibliotecas desde el colegio... o eso nos creemos (os invito a ver el estudio sobre bibliotecas escolares que hizo la FGSR). También conocen muchos de los términos informáticos que se usan actualmente en biblioteconomía. Además, a través de la literatura científica y la formación académica se ha insistido desde hace años en la importancia de este tema (como ejemplo, este artículo en College & Research Libraries, de 2004), sobre todo a la hora de evaluar o diseñar interfaces de OPACs o sitios web de bibliotecas, con lo que algo deberíamos haber mejorado.
Y sin embargo, el problema persiste. Por un lado sigue habiendo usuarios cuyo contacto con las bibliotecas y su funcionamiento es más bien esporádico; por otro, la incorporación de las tecnologías de la web al mundo de la biblioteca y la necesaria evolución del perfil del bibliotecario han propiciado que adoptemos una nueva jerga, más tecnológica y que no está restringida a nuestro ámbito profesional, pero no por ello menos desconocida para muchos de nuestros usuarios.
Como solución, algunos elaboran vocabularios "Bibliotecario-Usuario", como en este ejemplo de la Boise State University, o en este otro de la biblioteca de la York University. Pero la verdadera solución pasa por adaptar el mensaje al interlocutor, en este caso a nuestros usuarios, evitando la tentación de caer en un "chamanismo" que justifique, mediante el uso de un "lenguaje para iniciados", que nuestro trabajo es complicado y arcano.
P.S. En el blog A librarian's guide to etiquette nos ofrecen, desde el punto de vista contrario, una visión irónica e hilarante sobre la eliminación de la jerga bibliotecaria. Y es que los extremos nunca son buenos...
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